Grupo de Filosofía de 5to Año: Exposición de trabajos en Internet.

lunes, 27 de agosto de 2007

Trabajo Práctico: Análisis de textos de Foucault a partir de Foucault y a partir de Nietzsche, Heidegger y Rorty. Por DelMedio Paolini

Consigna: Reflexione sobre el texto que sigue en función de los conceptos que aprendió de Foucault. Hay determinadas categorías interpretativas que Ud ha conocido últimamente (por ejemplo, el concepto de “historia”) y puede analizar, desplegar, profundizar la lectura de este texto usando esas categorías. Luego, con las ideas de Nietzsche, Heidegger y Rorty componga un texto crítico donde desarrolle nuevas ideas interpretativas a partir del texto. Puede realizar una crítica desde estos autores, o realizar un despliegue de las ideas enriqueciendo la mirada de Foucault con nuevas perspectivas.
Debe imprimir este texto y adjuntarlo al trabajo. Se debe subir al blog el TP simultáneamente con la entrega en papel.


Textos analizados

Michel Foucault De lenguaje y literatura (fragmento)
" Más que tomar la palabra, habría preferido verme envuelto por ella y transportado más allá de todo posible inicio. Me habría gustado darme cuenta de que en el momento de ponerme a hablar ya me precedía una voz sin nombre desde hacía ya mucho tiempo: me habría bastado entonces encadenar, proseguir la frase, introducirme sin ser advertido en sus intersticios, como si ella me hubiera hecho señas quedándose, un momento, interrumpida. No habría habido por tanto inicio; y en lugar de ser aquel de quién procede el discurso, yo sería más bien una pequeña laguna en el azar de su desarrollo, el punto de su posible desaparición. "

El lenguaje al infinito (fragmento)
" Escribir, en nuestros días, se ha acercado infinitamente a su fuente. Es decir, a ese rumor inquietante que, en el fondo del lenguaje, anuncia, cuando uno acerca un poco el oído, contra qué se resguarda uno y al mismo tiempo a qué se dirige. Como la bestia de Kafka, el lenguaje escucha ahora en el fondo de su madriguera este rumor inevitable y creciente. "

El Poder de la Palabrawww.epdlp.com
De Nietzsche, la genealogía, la historia

En fin, último rasgo de esta historia efectiva. No teme ser un saber en perspectiva. Los historiadores buscan en la medida de lo posible borrar lo que pueda traicionar, en su saber, el lugar desde el cual miran, el momento en el que están, el partido que toman -lo inapresable de su pasión-. El sentido histórico, tal como Nietzsche lo entiende, se sabe perspectiva, y no rechaza el sistema de su propia injusticia. Mira desde un ángulo determinado con el propósito deliberado de apreciar, de decir si o no, de seguir todos los trazos del veneno, de encontrar el mejor antídoto.
[...]
Otro uso de la historia: la disociación sistemática de nuestra identidad. Porque esta identidad, bien débil por otra parte, que intentamos asegurar y ensamblar bajo una máscara, no es más que una parodia: el plural la habita, numerosas almas se pelean en ella; los sistemas se entrecruzan y se dominan unos a los otros. Cuando se ha estudiado la historia, uno se siente “feliz” por oposición a los metafísicos, de abrigar en sí no un alma inmortal, sino muchas almas mortales [i][x]. Y en cada una de estas almas, la historia no descubrirá una identidad olvidada, siempre presta a nacer de nuevo, sino un complejo sistema de elementos múltiples a su vez, distintos, no dominados por ningún poder de síntesis: “es un signo de cultura superior mantener en plena conciencia ciertas fases de la evolución que los hombres ínfimos atraviesan sin pensar en ello. El primer resultado es que comprendemos a nuestros semejantes como sistemas enteramente determinados y como representantes de culturas diferentes, es decir como necesarios y como modificables. Y de rechazo: que en nuestra propia evolución, somos capaces de separar trozos y de considerarlos separadamente” [ii][xi]. La historia, genealógicamente dirigida, no tiene como finalidad reconstruir las raíces de nuestra identidad, sino por el contrario encarnizarse en disiparlas; no busca reconstruir el centro único del que provenimos, esa primera patria donde los metafísicos nos prometen que volveremos; intenta hacer aparecer todas las discontinuidades que nos atraviesan. [...]


(www.heideggeriana.com.ar)

Reflexión de los textos en función de los conceptos de Foucault
Análisis: De lenguaje y literatura (fragmento).

En este fragmento del texto De lenguaje y literatura, puede observarse cómo Foucault expresa literariamente su meta más importante en su estudio filosófico: conocer el mecanismo por el cual el saber hace a las relaciones de poder y de este modo rebelarse ante la dominación que surge de tales relaciones. Al hablar de la “palabra”, es decir, del lenguaje, Foucault refiere al discurso de verdad que el sujeto utiliza para crear su propio conocimiento; discursos que producen, en realidad, efectos de verdad, y son aquellos que la sociedad hace circular como verdaderos. La verdad es, entonces, una construcción social, y permite establecer las relaciones de poder. Son aquellos discursos que, analizados por los historiadores que ven la historia global (historia vista como una continuidad, que busca un común en los aconteceres históricos), son tomados como verdaderos y sirven para la construcción de nuevas verdades. “La verdad es una ficción socialmente construida y compartida y sus efectos son también sociales” (Foucault, trad., 1980, p.162), con esta frase Foucault toma a la verdad como mera ficción, como una ilusión de verdad; reconoce que hasta él mismo no ha escrito más que ficciones, de ahí surge el deseo mencionado en el texto: “Más que tomar la palabra, habría preferido verme envuelto por ella y transportado más allá de todo posible inicio”; el “posible inicio” podría referirse a aquel momento en donde la verdad como construcción social empezó a funcionar como dominación, inicio aún desconocido a capaz inexistente (en cuanto siempre existió en la sociedad), de ahí el término “posible”. También en el “azar del desarrollo” de la palabra, Foucault hace cuenta del carácter azaroso con los que están construidos los discursos de verdad, es decir, que al ser una construcción meramente social no provienen de nada racional o teológico, de ahí su carácter ficticio. Foucault propone hasta desconfiar de la filosofía, el discurso de la verdad por excelencia. Finalmente, la idea de poder liberarse de aquellas verdades ficticias que hacen a las relaciones de poder, se construye en la última frase: “yo sería más bien una pequeña laguna en el azar de su desarrollo, el punto de su posible desaparición”.

Análisis: El Lenguaje al infinito (fragmento).
En este fragmento puede interpretarse que el escribir, que involucra a un escritor, refiere a la posición del intelectual con respecto a los discursos de verdad. Así como se analiza en el fragmento de El lenguaje y la literatura, el lenguaje vendría a significar aquellos efectos de verdad que hacen al conocimiento general de una sociedad, aquél que por ser tradicional no es cuestionado y es considerado como un conocimiento verdadero infalible. Pero, como sostiene Foucault, no existe el conocimiento desinteresado, los discursos de verdad tienen un fin oculto: el de tramar las relaciones de poder. El intelectual, con la posición del saber, se forma como el “portador de valores universales”, y mediante su especificidad de su posición de clase y de sus condiciones de vida y de trabajo, lucha dentro del régimen de verdad en un combate “por la verdad”, siempre dentro de la estructura social, relativo a sus propias condiciones, sosteniendo así las mismas relaciones de poder las cuales aparentemente quiere modificar (Foucault, trad., 1980, p.188). Ante esta posición del intelectual Foucault sostiene que “en nuestros días” la función del intelectual debe ser reelaborada. Cuando escribe “ese rumor inquietante que, en el fondo del lenguaje, anuncia, cuando uno acerca un poco el oído, contra qué se resguarda uno y al mismo tiempo a que se dirige”, se refiere a los efectos propios del discurso de verdad, descubrir su ficción como verdad y encontrar el entramado de relaciones de poder que constituye. Esta debería ser la función del intelectual: la de descubrir los efectos de verdad, aquello que se encuentra en el fondo del lenguaje (de la verdad), que se convierte en un “rumor inevitable y creciente” en cuanta más conciencia se tiene de su existencia y de su real propósito como herramienta de la dominación.

Análisis: De Nietzsche, la genealogía, la historia
Foucault clasifica dos tipos de historia: la historia global y la historia efectiva. La historia global es aquella donde los historiadores buscan las verdades del pasado, examinando documentos y reconstruyendo a partir de ellos el pasado del cual vienen. De este modo la sociedad actual vendría a constituirse directamente de su propio pasado, ella sería su pasado apreciado bajo una misma unidad, aquella que los historiadores buscan. Así se construirían las verdades infalibles, aquellos discursos que, como se mencionó en los anteriores análisis, constituyen efectos de verdad y hacen a las relaciones de poder. Desde esta posición el historiador no puede aceptar que su análisis de la historia sea relativista, es decir, que dependa de las condiciones en las cuales observa el pasado, así como el intelectual es relativo a sus condiciones sociales y económicas, entonces no puede desligarse de los discursos de verdad que hacen a las relaciones de poder. Del mismo modo el historiador constituye también aquellos efectos de verdad, por eso “buscan en la medida de lo posible borrar lo que pueda traicionar, en su saber, el lugar desde el cual miran, el momento en el que están, el partido que toman -lo inapresable de su pasión-”. Foucault coincide con Nietzsche en el sentido histórico, en cuanto reconoce su relativismo, y es desde esta perspectiva donde la historia efectiva busca indagar en el pasado de nuestras verdades. La historia efectiva trabajará el documento desde el interior, buscará por qué se inscribió como verdad, y de qué manera funciona como herramienta en la dominación, en las relaciones de poder.
Por otro lado, la historia efectiva busca la “disociación sistemática de nuestra identidad”. Retomando la historia global, vemos como ésta busca en la historia una linealidad y una continuidad, formando una unidad que construye la identidad de una sociedad. La historia efectiva busca en la historia lo contrario: utiliza instrumentos que le permiten distinguir en la historia capas sedimentarias diversas, busca aislar y encontrar los fenómenos de ruptura (Foucault, trad., 1987, pp.3-5). Lo importante no es lo continuo sino lo discontinuo, la identidad es entonces desvalorizada: “esta identidad, bien débil por otra parte, que intentamos asegurar y ensamblar bajo una máscara, no es más que una parodia: el plural la habita, numerosas almas se pelean en ella; los sistemas se entrecruzan y se dominan unos a los otros”. Como menciona a continuación, la historia abrigará en si muchas “almas mortales”, a diferencia de los metafísicos, que buscan a una sola “alma inmortal”, y donde dentro de su concepción existe el sujeto que es el punto de origen a partir del cual es posible el conocimiento que hace a la verdad. En la historia efectiva no existe sujeto que hace la historia, sino que la historia constituye ese mismo sujeto y a cada instante es fundado y vuelto a fundar por ella (Foucault, trad., 1984, pp.15-17). Volviendo otra vez al concepto de identidad, la idea se aclara en la última frase del texto: “La historia, genealógicamente dirigida, no tiene como finalidad reconstruir las raíces de nuestra identidad, sino por el contrario encarnizarse en disiparlas; no busca reconstruir el centro único del que provenimos, esa primera patria donde los metafísicos nos prometen que volveremos; intenta hacer aparecer todas las discontinuidades que nos atraviesan”. La historia efectiva no busca el origen de la sociedad en la historia, sino que busca las discontinuidades por la cual la sociedad está verdaderamente compuesta, en su diversificación, en sus “semejantes como sistemas enteramente determinados y como representantes de culturas diferentes, es decir como necesarios y como modificables”.

Análisis de los textos de Foucault a partir de las ideas de Nietzsche, Heidegger y Rorty.
Foucault y Nietzsche comparten ideas con respecto a la verdad, visto más específicamente en el fragmento De Lenguaje y Literatura. Nietzsche parte desde la metafísica, buscando hacerla desaparecer eliminando la idea de la esencia y del ser. Sostiene que la verdad es una clasificación ficticia donde se colocan las cosas, y que las verdades son en realidad metáforas que son vistas como verdades. Los filósofos, critica Nietzsche, no reconocían a las metáforas como tales, sino como verdades absolutas, y esto funcionaba inconcientemente, porque estas verdades las hacían para construir el intelecto, que es la manera de defenderse del hombre. La verdad surge como una construcción social, un acuerdo lingüístico para vivir en sociedad; en este sentido la verdad es pragmática, es decir, que es verdadero en cuanto es útil y funciona dentro de la sociedad. En comparación, Foucault también toma a las verdades como una construcción social y ficticia, pero a la verdad pragmática le agrega la utilidad en cuanto a que concreta las relaciones de poder, es entonces funcional para que la sociedad regule y domine a los hombres. Asimismo Foucault agrega a la idea de “no esencia” de Nietzsche, la realidad desde un punto de vista relativo, desde la política de verdad que rige a partir de las teorías que circulan en el momento que influyen sobre el pensamiento de aquellos que hacen un nuevo conocimiento. Así es como ve Nietzsche la historia, como menciona Foucault en De Nietzsche, la genealogía, la historia, desde un punto relativo a las circunstancias del historiador.
Analizando Del lenguaje al infinito, Nietzsche, en su idea del hombre intuitivo se puede comparar con la nueva función del intelectual en Foucault. El hombre intuitivo es aquel que juega con las metáforas (verdades) y aquel que se guía por los sentimientos, la vivencia, el instinto, el espíritu creativo. El intelectual, por otro lado, es aquel que puede profundizar en los discursos de verdad y encontrar sus efectos, su función en el entramado de relaciones de poder. Ambos tipos de hombres difieren en su descripción, pero ambos son aquellos que realmente pueden entender el significado de la verdad: uno como meras metáforas, el otro como herramientas de dominación, que es, en síntesis, reconocer el propósito detrás de aquellas construcciones sociales.
Heidegger, a diferencia de Nietzsche, en vez de eliminar la metafísica la recupera desde otro lugar. Sostiene que el ser es histórico, es decir, que deviene históricamente y que la tarea del filósofo es captar el ser de su época, pensada sobre discursos, no sobre las personas. El hombre, denominado en Heidegger “Dasein”, es el ente privilegiado capaz de comprender el ser de manera pre-ontológica, es decir, de manera útil, y difiere de la postura filosófica ontológica que le importa más la reflexión teórica que la utilidad. Esta posición es difícil de contrastar con la de Foucault, en cuanto Heidegger trata el “ser” y Foucault no tiene por entendido la existencia de dicho ser. El ser histórico de Heidegger depende necesariamente de la historia, en Foucault Heidegger sostendría que aquellos discursos de verdad serían aquel que constituyen al ser de cada época, aunque se vería refutado por Foucault si considerase a los discursos de verdad como ficticios, lo que haría ficticio al ser. Por otro lado, Foucault ve en los filósofos metafísicos aquellos que construyen los discursos de verdad, en cuanto los sostienen y los crean. Heidegger, en cambio, ve en los filósofos la comprensión ontológica que resulta poco práctica para la comprensión del ser. Ambos criticarían de este modo a los filósofos, pero de manera muy diversa; para Foucault sería una utilidad en cuanto es una herramienta de dominación para la sociedad.
En los textos vistos de Rorty, se expanden las ideas de verdad como ficción y como construcción social. Visto a partir del fragmento De lenguaje y literatura, Rorty podría sostener, al igual que Foucault, que dependemos del lenguaje para la construcción deliberada de conocimiento que hace a las verdades. Rorty sostiene desde este punto que “no es posible establecer ninguna correspondencia entre fragmentos de lenguaje (o ideas) y fragmentos de realidad porque no podemos salir de nuestra mente (o del lenguaje) para establecer la mencionada comparación” (Guía de Metafísica, colegio Paideia, año 2007), es decir, que sostiene que le verdad no existe como tal si se sostiene a partir de la relación entre realidad y lenguaje, y es hasta más radical que Foucault en cuanto reconoce que no podemos salir de ese lenguaje, mientras Foucault lo proponía desde la nueva función del intelectual, aunque en el primer texto lo muestra más como un deseo que como una concreción. El discurso de verdad, según Rorty, solo funcionaría en cuanto a su utilidad, es decir, que una creencia sería verdadera en cuanto es una creencia justificada: creencia verdadera y creencia justificada no se distinguen una de la otra. La verdad como algo atemporal, como algo distinto de la justificación, es irreconocible. Rorty puede interpretar estos discursos de verdad, así como Foucault, como la concreción de las relaciones de poder, a partir de que como tales funcionan socialmente: “decir que todo es una construcción social es afirmar que nuestras prácticas lingüísticas están tan unidas a otras prácticas sociales que nuestras descripciones de la naturaleza, como la de nosotros mismos, serán siempre una función de nuestras necesidades sociales” (Rorty, 1997, pp.46-47).
Blibliografía:
Guía de Metafísica, Colegio Paideia, año 2007.

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